sábado, 30 de mayo de 2009

Mi trabajo

RAYMOND CARVER

Alzo la vista y les veo acercarse
por la playa. El hombre joven
lleva al bebé en una mochila.

Esto le permite tener las manos libres,
así que puede coger la de su mujer
con una, y balancear la otra. Cualquiera podría ver
lo felices que son. Y la intimidad. Cuánta
estabilidad.

Son más felices que nadie, y lo saben.
Lo agradecen, son humildes.

Caminan hasta el final de la playa
y desaparecen de mi vista. Así es, me digo,
y vuelvo a esto que gobierna
mi vida. Pero a los pocos minutos
vuelven caminando por la playa.

Lo único distinto
es que se han cambiado de lado.

Él al otro lado de ella,
al lado del océano. Ella de este lado.

Pero todavía van de la mano. Incluso parecen
más enamorados, si es posible. Y lo es.

Yo mismo estuve ahí bastante tiempo.

El suyo ha sido un paseo modesto, quince minutos
playa abajo, quince minutos de vuelta.

Han tenido que sortear a su paso
alguna roca y rodear enormes troncos,
moverse con rapidez cuando el mar se acercaba
agitado.

Caminan tranquilamente, despacio, cogidos de la
mano.

Saben que el agua es imprevisible ahí
pero son tan felices que la ignoran.

El amor en sus jóvenes rostros. El marco que los
encuadra.

Puede que sea así para siempre. Si son
afortunados,
y buenos, y lúcidos. Y prudentes. Si continúan
amándose el uno al otro sin límite.
Si son sinceros el uno con el otro - es lo más
importante de todo.

Lo serán, desde luego, lo serán,
ellos saben que lo serán.

Vuelvo a mi trabajo. Mi trabajo vuelve a mí.

Una brisa se levanta del agua.
(Versión de Jaime Priede)

4 comentarios:

  1. raimond carver para bodas; pero no puedo olvidar el cuento en el k una pareja como esa acaban destrozando al bebé, cada uno tirando de un brazo en la cocina cuando se separan...raimond carver para separaciones;

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  2. La que lo dice tó y no dice ná8 de junio de 2009, 13:06

    Yo también me acuerdo de ese cuento. Terrible!

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