jueves, 30 de julio de 2009

Le petit roi

martes, 28 de julio de 2009

O tú o nada

Matilde está preparada. Se ha decolorado el bigote, se ha planchado la raja de esa falda que Luis siempre dice que le sienta tan bien y se ha colocado el sujetador con relleno. Al montar en el metro dos viejos le han mirado el culo, un joven las tetas y una mujer le ha llamado guarra al pintarse los labios en el cristal del vagón. Y aunque sus gafas de sol no sean de Prada si las piedras son falsas brillan más.

Han quedado a las 9.20 pm en la puerta de la sala. Tiene las entradas desde hace más de 6 meses. Se retuerce las medias y enciende el iPod en modo aleatorio. El gris de sus ojos se ilumina al ritmo de la canción. Tararea la letra con falsete difuminado y sueña que todos los hombres son él.

Es justo a partir de la estación de Moncloa que las cosas comienzan a ir mal. La misma falda, el mismo sujetador, pero las tetas más grandes. No hay duda. También ha quedado a las 9.20 en la puerta del concierto. Ahora las miradas sólo se detienen para comprobar que es la copia pirata de lo realmente interesante. Ni un chino tuerto admiraría sus encantos. Dos paradas más adelante realizan el transbordo. Matilde sigue a su primera imagen e intenta alcanzarla. Se le salen los zapatos y es incapaz de acordarse de su estribillo favorito. Ese en el que dice “o tú o nada, amada mía adúltera”. Pero el pasillo es lo suficientemente largo como para que las cosas cambien. Ahora entiende por qué a su padre le molesta que le interrumpan mientras está viendo el tour de Francia. Solo quedan unos metros para llegar al andén y Matilde lo está consiguiendo. Una detrás de otra como en una baraja de naipes. Por qué no alargar la mano y empujarla. Cualquiera hubiera hecho lo mismo. Y, como una revelación, mientras el metro llega y la gente la agarra, recuerda el final de la canción: “Date la vuelta y óyeme, óyeme, o tú o nada”.

miércoles, 22 de julio de 2009

Noticias estivales (I)

La disolución de la Cámara Baja en Japón marca el inicio de la batalla electoral

El primer ministro japonés, Taro Aso, disolvió este martes la Cámara de Diputados, dando la señal de partida de un violento combate por las elecciones legislativas a finales de agosto que podría desembocar en un cambio radical del equilibrio político de la segunda economía mundial. Seguir leyendo el artículo

Taro Aso se levantó esa mañana con la sensación de haberse caído de la cama. Una vez en el despacho, rodeado de sus asesores, no puede evitar fijar la mirada en los monitores que retransmiten en bucle el funeral de Michael Jackson y emocionarse con el rostro de Broke Shields en pantalla.

Todavía con la emoción contenida disuelve la Cámara Baja y pide disculpas por todos los errores cometidos por su partido. Tampoco es capaz de evitar en esos momentos que los gritos de larga vida al emperador se diluyan en su mente con los compases de Beat it.

Yukio Hatoyama, su principal rival en las elecciones, está sentado en primera fila. Lleva un traje sastre a medida que le hace parecer un par de años más joven y sus ojos destilan el brillo de un cuchillo bajo el agua. Tal vez esté pensando en aquel día en su casa de campo, varios años atrás, cuando los dos pertenecían al mismo partido, en que enseñó a Taro Aso su colección de coches en miniatura. Taro Aso recuerda que, cuando llegaron a la réplica del descapotable modelo Lincoln en el que asesinaron a Kennedy, Hatoyama le dijo: “A Lincoln le mataron en un teatro llamado "Kennedy" y a Kennedy en un coche modelo "Lincoln".

De vuelta a su casa, Taro Aso da vueltas desganado por el jardín. Pequeñas salamanquesas van y vienen por sus muros. Con serenidad, Taro Aso agarra una botella de Coca Cola de plástico de 250 ml. y corta su extremo superior al que une en su base la parte trasera de un globo. Introduce en el tiraculos un par de piedras y dirige el arma a las salamanquesas. Así se lo enseñó su padre y así se lo ha enseñado él a su hijo. La noche se presiente larga de nuevo.

miércoles, 1 de julio de 2009

De veranos

Este verano solo hay dos opciones: o apuntarse al taller de escritura de la gran Trilce o apuntarse al taller de escritura de la gran Trilce y después irse de cañas. Recomiendo lo segundo. Porque pueden confiar en que la prosa de los asesinos siempre sea elegante. Y yo en verano no me canso de matar lagartijas.