lunes, 13 de febrero de 2012

Cuando ruge la marabunta

Elena se ha vuelto a resfriar. Dice que es como si Cuando ruge la marabunta se hubiera instalado en su pecho. Yo le propongo que juguemos a que somos hermanos y me meto a su lado en la cama. Hundo la oreja entre sus dos pechos, los de verdad, no el que jadea cuando subimos una cuesta empinada y hago que escucho concienzudamente mientras trato que uno de sus pezones se cuele en mi oído. A mí me suena más a procesión de Semana Santa, le digo, así que no creo que tengas de qué preocuparte. Aún así, insiste en beber muchos líquidos, por lo que tengo que cerrar la llave de paso, aprovechando una de sus poses a lo Margarita Gautier, para obligarla a salir a la calle.

jueves, 9 de febrero de 2012

Déjalo ya

El pájaro se ha parado en el alfeizar. Casi parece una frase a repetir en la cartilla escolar. Pero ahí está, girando el pico hacia el cristal, como si fuera a llamar a la puerta para venderte unas enciclopedias. Ella continúa hablándote de la almohada de calor que ha comprado esa mañana. Prevé un futuro esplendoroso. Imagina un lugar, lleno de ropas de algodón, en los que su perfil se destaque como una cordillera subalpina, tras un mostrador repleto de almohadas. Todo 100% orgánico. Tú la escuchas con la atención que le prestarías a un grifo mal cerrado. Haces cuentas con los dedos bajo la manta, reservando el meñique para una situación complicada. Observas al pájaro y recuerdas la primera vez que uno de ellos se posó en vuestra ventana, hará cerca de quince años. Y te preguntas, con el peso de la tarde clavándose en tu mirada, cuántos pájaros serán todavía capaces de contar tus dedos.